Desde el inicio, la intensión del artista fue capturar la esencia de Abancay, una ciudad que ha sido testigo de su propia transformación a lo largo del tiempo. En cada trazo, plasmó no solo los hechos históricos, sino también el espíritu de su gente, los símbolos que han definido su identidad desde sus primeros pasos como villa hasta la vibrante ciudad que es hoy.
El primer plano de la obra refleja lo antiguo, el inicio de la elevación de Abancay de villa a ciudad en 1874. Este momento crucial está representado por la iglesia de Ccorhuani, que siempre ha sido un pilar espiritual y comunitario para los primeros habitantes. A su lado, se incluye a la Virgen del Rosario, patrona que ha protegido a los abanquinos desde tiempos inmemoriales. La catedral de Abancay, imponente y serena, emerge en el horizonte, recordándonos cómo la fe y la historia están entrelazadas en cada rincón de esta ciudad. Pintar estos símbolos fue como rendir homenaje a las raíces que dieron origen a este lugar, reconociendo que, sin ellos, Abancay no sería lo que es hoy.
En la sección central, el artista retrató el crecimiento social y cultural que ha experimentado nuestra querida provincia en las últimas décadas. Aquí, la naturaleza juega un rol clave, representada por la bella abanquina, la flor que embellece el valle de los Amancaes, un símbolo de la riqueza natural y la resiliencia de la ciudad. El sombrero de Abanquina representa el luto a Micaela Bastidas. La piedra de Saywite es un recordatorio de nuestro legado prehispánico, mientras que el puente Pachachaca conecta, no solo territorios, sino también el pasado con el presente, integrando las tradiciones con el progreso. Esta parte de la obra refleja el Abancay de hoy, lleno de dinamismo, donde el pasado coexiste con el presente, formando la identidad moderna de la ciudad.
Finalmente, al unir todas estas épocas y símbolos, el artista Paulo Sequeiros incorporó la bandera de nuestra hermosa ciudad de Abancay, que atraviesa toda su obra, simbolizando el hilo conductor que mantiene unida la historia, el presente y el futuro de la provincia. Es el símbolo de nuestra identidad colectiva, que ondea con orgullo, recordándonos quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.